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La fotografia del hoyo en el polo publicada en 1970 en la revista norteamericana Platillos Voladores |
Se podría pensar que, en el siglo XX, la teoría de que la Tierra tendría una vasta cavidad interior estaría definitivamente caduca. Sin embargo, algunos hechos, registrados incluso en 1968, muestran que hay personas que aún creen, o dicen creer, que dicha cavidad existe.
Los adeptos de la Tierra hueca se reclutan especialmente entre las sectas o entre los iluminados que sueñan con un reino subterráneo gigantesco, habitado por superhombres. Todos los medios les parecen buenos para «probar» la veracidad de su teoría, incluyendo la utilización abusiva de algunos documentos oficiales.
Dos fotografías enigmáticas
El 23 de noviembre de 1968, el satélite norteamericano ESSA7 tomó una serie de fotos del Polo Norte. Menos de un año y medio después, el Ministerio de Comercio publicó dos fotografías que mostraban, la primera, el polo cubierto de nubes y, la otra, la misma región polar reemplazada por un «hoyo» inmenso que parecía cortado con un sacabocados en la capa de nubes. En junio de 1970, la revista sensacionalista norteamericana Platillos voladores, especializada en OVNIS, publicó también los dos documentos. Su editor en jefe, Ray Palmer, retomó inmediata mente el viejo caballo de batalla de la Tierra hueca.
Para él, el «hoyo» de la foto era una abertura que llegaba hasta el mundo interior, en donde viviría una civilización desconocida que se manifestaría, entre otras cosas, por medio de los OVNIS. De hecho, Palmer parece ser un personaje tan sospechoso como la teoría de la Tierra hueca y su único y verdadero don consistiría en encontrar temas sensacionalistas para aumentar el éxito de las revistas populares.
La fotografia del hoyo en el polo publicada en 1970 en la revista norteamericana Platillos VoladoresEn la década de 1940, se hizo famoso por lo que fue llamado «el caso Shaver», una mistificación que se refería al continente legendario de Lemuria. Una vez que esta foto fue publicada en su revista, Palmer intentó rehabilitar la teoría sobre la Tierra hueca, refiriéndose una vez más a las declaraciones falsificadas del explorador Ricardo Byrd, un almirante de la marina norteamericana fallecido en 1957 y famoso por sobrevolar el Polo Norte en 1926 y el Polo Sur en varias ocasiones (1929, 1933, 1935, 1939, 1941, 1946, 1947 y 1956). Según Palmer, Byrd habría dicho que descubrió en la Antártida un gran pasaje subterráneo por el cual habría viajado en su avión hacia el centro de la Tierra, donde habría visto un país de praderas y bosques. Las verdaderas declaraciones de Byrd, quien sólo hizo referencia a «una zona desconocida por la que tanto debimos luchar» en relación al desierto helado que rodea al Polo Sur, aparecieron publicadas en la revista National Geographic de octubre de 1947, por lo que la polémica terminó por estancarse por sí sola. Por lo demás, se pudo comprobar rápidamente que el «hoyo» observado en las fotos se debía al efecto provocado por una ausencia pasajera de luz por una inclinación especial del globo terrestre con respecto al Sol.
Los precedentes
El caso de 1968 no hizo más que actualizar una polémica cuyos orígenes son bastante antiguos. Desde comienzos del siglo XVIII ha habido algunos científicos, entre ellos varios muy famosos, que han imaginado que nuestro planeta estaría hueco y que encerraría un universo alumbrado por un minúsculo sol interior. Entre ellos, cabe mencionar a Edmundo Halley, conocido por el descubrimiento del cometa que lleva su nombre. Como descargo para estos sabios, se puede decir que en su época no se sabía que una estrella tan pequeña era una imposibilidad física.
El mito reapareció nuevamente en el siglo XIX, apoyado sobre todo por el norteamericano Symmes, y en el siglo XX. Durante la Segunda Guerra Mundial el gobierno nazi realizó, incluso, una expedición al Gran Norte para intentar probar la existencia de una entrada a ese mundo interior. Más recientemente, el seudolama Lobsang Rampa, un inglés llamado Cirilo Enrique Hoskins que nunca ha puesto los pies en el Tíbet, autor del bestseller internacional El Tercer Ojo, publicado en 1956, se ha transformado en un defensor de la teoría de la Tierra hueca. En uno de sus últimos libros consagra un capítulo entero a este tema, comparando a nuestro planeta con un coco perforado en sus dos extremos y cuya leche ha sido vaciada…
Al igual que sus predecesores, evita muy bien explicar cómo el agua de los océanos no se escurre por el «hoyo» del Polo Norte. En cambio, pretende que ningún astronauta ni cosmonauta han podido ver los famosos orificios porque han estado muy ocupados en otras tareas. En cuanto a los exploradores polares, nada podría probar, de hecho, que realmente han llegado a los polos, lo que explicaría por qué no han descubierto los «hoyos». Y, para Rampa, las auroras boreales no serían más que «el reflejo del sol interior».
Este tipo de declaraciones que son, por decir lo menos, aventuradas, no le han impedido burlarse de los que sostienen que la Tierra es plana. Existe una sociedad inglesa que defiende esta teoría y que proclama de todas las fotos tomadas en el espacio han sido voluntariamente trucadas para esconder la verdad…
Viajes al centro de la Tierra
Si bien es un absurdo científico, la idea de que la Tierra está hueca ha dado origen a varias obras de ciencia ficción, algunas de ellas excelentes.
Un modelo.En 1820 apareció la novela Symzonia, del capitán Adán Seaborn, de quien se sospechaba era el capitán Juan Cleve Symmes, un héroe norteamericano de la última guerra con los ingleses en 1812. Estaba persuadido de que existía una región rica y cálida en el corazón de la Tierra. Intentó realizar una expedición al Polo Norte destinada a encontrar la entrada hacia este país fabuloso. El texto de Seaborn sirvió, de modelo para toda la literatura que se apoderó del tema de la Tierra hueca.
Novelas importantes. La más conocida en el género es, sin ninguna duda, V7a;’e hacia el centro de la Tierra, de Julio Verne, publicada en 1864, cuyo mundo interior estaba habitado por dinosaurios. Un universo también prehistórico, alumbrado por el famoso sol central, sirve de telón de fondo a la serie de Pellucidar, de Edgar Rice Burroughs, que se inició con En el corazón de la Tierra, publicada en 1914.
Bulwer-Lytton y los nazis. En 1871, Sir Eduardo BulwerLytton, autor de Los últimos días de Pompeya (1834), publicó La raza del porvenir, una utopía subterránea cuyos personajes, refugiados de la superficie desde hace varios miles de años, son una especie de superhombres cuya fuerza se mantiene debido a un misterioso «fluido Vril» y que no deberían tardar en venir a gobernarnos. Esta ficción tuvo el extraño destino de inspirar a ciertas sociedades secretas y especialmente en la Alemania prenazi. Entre sus seguidores se encontraba Rodolfo Hess y otros de los primeros nazis.
Mitología de reinos subterráneos
Antes de que la ciencia o, más bien, la seudociencia y la literatura de ciencia ficción tomaran posesión en la época moderna del tema de la Tierra hueca, algunas religiones antiguas afirmaban creer en la existencia de un mundo subterráneo que reservaban generalmente a los dioses y a los muertos.
Las civilizaciones de la Antigüedad situaban al infierno en el interior de la Tierra, por oposición a las regiones aéreas reservadas a los bienaventurados. Este sería el caso de los dioses griegos, por ejemplo, para quienes una estadía en el infierno aparecía como un exilio. Demeter no cejó hasta traer a su hija Proserpina, raptada por Hades, dios del mundo subterráneo, de vuelta hacia la luz. Es también de los infiernos que Orfeo trata de arrancar a su esposa Eurídice, y bajo la tierra el héroe babilonio Gilgamesh va a visitar a Outanapishtim, otro héroe que escapó al diluvio. En la Antigüedad, la noción del infierno se deslizó paulatinamente de los dioses a los simples mortales.
Las religiones asiáticas
Conocen también este mundo interior y los budistas lo llaman Agartha. Según ellos, es allí en donde vive el rey del mundo. En la imaginería popular cristiana, lo subterráneo está asociado a la condenación, el suplicio de las almas perdidas tiene lugar simbólicamente en un mundo bajo el terrestre, antro infernal del ángel caído, Satán.
Finalmente, existe todo un conjunto de leyendas que se refieren a la existencia de un mundo subterráneo que no está sólo reservado a los muertos. Así, según una tradición americana, los incas habrían escondido su inmenso tesoro depuós de la llegada de los conquistadores, refugiándose con él en una región subterránea. En Irlanda, según piensan las gentes del país, existiría un pueblo mítico, los tuatha de Danaan, que al huir de los invasores extranjeros, se habría refugiado bajo tierra para confundirse, a lo largo del tiempo, con las hadas.
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