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Stonehenge |
Constructores fantásticos
El monumento fue construido en cuatro fases, a partir del 2800 antes de Cristo, con piedras de diferentes orígenes. Algunas provienen de Avenbury, a una veintena de kilómetros al noroeste, otras de los montes Prescelly en el país de Gales, a más de 200 kilómetros de Stonehenge, y de Milford Haven, ¡a 250 kilómetros! Las «piedras azules» (riolitos), incorporadas a la construcción a principios de la Edad del Bronce (segundo milenio antes de Cristo), vendrían de Irlanda. Cada monolito pesa más de 50 toneladas y el conjunto, varios miles de toneladas: ¿cómo pueblos de fines del Neolítico, de apenas algunos centenares de individuos, pudieron traer tales cargamentos con medios primitivos? ¿Y por qué haber ido tan lejos en busca de bloques de diferentes rocas?
El emplazamiento de Stonehenge fue elaborado según un plan extremadamente preciso. Una zanja circular de 4 m de ancho por 1,50 m de profundidad forma un primer anillo de un centenar de metros. Al interior, sobre el talud, un segundo anulo está dibujado por 56 agujeros, conocidos por el nombre de «agujeros de Aubrey», derivado del nombre de uno de los primeros exploradores del emplazamiento (1650). Siempre concéntricos, otros dos anillos revelan cada uno 30 y 29 agujeros: éstos contienen osamentas humanas quemadas. Luego viene la parte monumental de la obra: dos círculos de piedras erguidas cubiertas de dinteles encerrando otras dos filas dispuestas en forma de herradura. Otras cinco piedras se levantan aisladas: dos, en la zona del anillo de los agujeros de Aubrey («piedras de estación» destinadas a ser cambiadas de posición), una, al exterior, en la galería que conduce al monumento («piedra de talón», llamada así por su forma), una piedra de sacrificio a la entrada y un altar al centro.
La teoría del observatorio
Los numerosos restos humanos encontrados en el lugar indican que el sitio sirvió a menudo, a lo largo de los siglos, como lugar de sepultura. Sin embargo, todo muestra que esa no fue su primera finalidad. En efecto, después de 1961, el plano del monumento fue estudiado por el científico Gerald Hawkins, profesor de astronomía de Cambridge, y Fred Hoyle, especialista en astrofísica del Californian Institute of Technology. Su tesis es que, para un observatorio ubicado en el centro de la construcción, los megalitos se ordenan en líneas de mira para realzar fenómenos astronómicos. Los círculos de agujeros corresponderían al sistema simple de una máquina calculadora gigantesca y primitiva pero de una precisión sorprendente. El anillo de los agujeros de Aubrey se relaciona con el ciclo de los eclipses lunares: Hawkins muestra incluso que corriendo cada año seis piedras de un agujero se pueden prever todos los eventos lunares para períodos muy largos. Finalmente, distintos ángulos entre las piedras solitarias definirían los solsticios y los equinoccios, las salidas y las puestas del Sol y de la Luna. Los razonamientos de Hawkins y Hoyle, incontestables en el plano astronómico, son sin embargo criticados por los arqueólogos. La multiplicidad de épocas de construcción parece contradecir la teoría de un observatorio construido con conocimiento de causa.
Obra de los hiperboreos?
Una configuración única
Stonehenge sería un gigantesco generador de energía
Un «nemetón» (lugar sagrado), no dudan en afirmar los seguidores de la tradición druídica. Estos forman una cadena humana alrededor del monumento cada solsticio para captar esta energía y cargarse de ella, siguiendo un ritual recreado artificialmente en el siglo XIX.
¿Un puerto espacial para recibir OVNIS?
Esta es la tesis desarrollada por los espíritus más osados. La posición de las piedras correspondería entonces a un balizaje destinado a ser ubicado desde el espacio. ¿Por qué no?, responden los ingenieros de la NASA…, ¡si es que se pueden imaginar platillos voladores tallados en piedra y forrados con pieles de animales!
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