La Desaparicion del Hombre de Pekin

Uniendo el hecho noticioso a la prehistoria, la desaparición de los restos del hombre de Pekín es uno de los casos más misteriosos de la arqueología moderna.

Paradójicamente, es en gran parte debido a su desaparición que el hombre de Pekín gozó de una relativa popularidad, haciendo de él uno de los escasos fósiles humanos conocidos por el gran público, junto con el australopiteco, el hombre de Neandertal y el de CroMagnon

El descubrimiento que llevó al naturalista alemán K. H. Heberer sobre la pista del hombre de Pekín es similar al que dio origen al hallazgo de los vestigios de la dinastía Shang.  En 1899, Heberer descubrió donde un boticario cierto diente de un tipo muy especial y se convenció rápidamente de que pertenecía a un homínido antiguo.  Una rápida investigación le permite averiguar que provenía de una colina llamada «de los huesos del dragón», situada a cincuenta kilómetros al oeste de Pekín. Desgraciadamente, el diente desapareció en forma misteriosa en 1903.  En 1918, el arqueólogo sueco Gunnar Andersson, que efectuaba unas excavaciones en los alrededores de la aldea de TcheouK’eoutien, descubrió que la colina de los huesos del dragón era una verdadera «mina» de fósiles.  Andersson obtuvo en 1921 la ayuda financiera de la Academia sueca.  Estos dos descubrimientos atrajeron la atención de la Universidad Unión Médica de Peiping, financiada por la Fundación Rockefeller.

En 1926, esta universidad y el Instituto de Geología chino crearon un laboratorio de investigación a fin de explorar los contrafuertes de la colina.  Entre 1927 y el fin del año 1937, los investigadores occidentales y chinos dirigidos por el canadiense Davidson Black, quien murió en esta tarea en 1934, y luego por el alemán Frans Weidenreich, encontraron entre los restos de una gruta derrumbada 175 dientes y osamentas, entre las cuales había restos de cinco cráneos, ocho fémures y dos húmeros, y que habían pertenecido a unos cuarenta individuos, entre jóvenes y adultos, hombres y mujeres.  Cada uno de ellos fue analizado, dibujado, fotografiado y reproducido en moldes de plástico. El hombre de Pekín, el Sinanthropus pekinensis, volvió a la vida, o casi, después de una ausencia de 400.000 años…

La invasión japonesa de 1937 interrumpió las excavaciones. Como los acuerdos firmados entre China y la Fundación Rockefeller prohibían que los fósiles fueran sacados del país, Weidenreich partió a los Estados Unidos en julio de 1941 llevando consigo los croquis, las fotos y los moldes.

La desaparición

A fines de noviembre de 1941, cuando el gobierno nacionalista de Chungking autorizó finalmente la expatriación de los fósiles, la secretaria de Weidenreich, Clara Taschdjian, y un ayudante chino embalaron los restos del Sinanthropus pekinensis en una caja y los de los individuos mucho más recientes en otra. Estos dos tesoros fueron almacenados en las dependencias de la Universidad Unión Médica de Peiping. A principios de diciembre, los infantes de marina norteamericanos vinieron a buscar las dos cajas y las trasladaron al campamento Holcomb. En la ciudad portuaria de Chingwangtao. A 200 km de allí. Los fósiles debían ser embarcados sobre un transatlántico requisado, el Presidente Harrison, enviado para repatriar a los soldados norteamericanos estacionados en el norte de China. Pero el 7 de diciembre, el día en que lanzaron su ataque a Pearl Harbor, los japoneses rodearon el campamento y obligaron a la dotación de dieciocho «marines» a rendirse. A partir de esa fecha, se perdió la pista de las dos valiosas cajas.

El hecho siguiente proporcionó un primer indicador importante: la policía secreta japonesa, el Kampetai, tuvo órdenes del propio emperador para recuperar las osamentas. Esto significa que los restos no fueron incautados por los soldados que atacaron el campamento por orden de autoridades superiores. Asimismo, no se destruyeron, o si lo fueron, no se contó con la aprobación del gobierno japonés. Por otra parte, se ha comprobado que el Presidente Harrison no llegó al puerto de Chingwangtao antes del ataque al campamento sino, que se hundió en la desembocadura del Yangtse, a más de mil kilómetros de allí, en los momentos en que se declaró la guerra. Por lo tanto, las cajas no abandonaron Chingwangtao. Entonces, ¿qué pasó con ellas? La hipótesis más verosímil es, sin duda, que fueron destruidas en forma accidental durante el ataque japonés. Las osamentas pudieron también haber sido revendidas a unos civiles chinos interesados en este tipo de antigüedades por los soldados japoneses. Sin embargo, habría que agregar para el archivo un último elemento.

En la víspera de la llegada de los japoneses, un informe redactado por los infantes de marina señala la presencia de movimientos sospechosos al interior del campamento. No puede, por tanto, excluirse que las dos cajas hayan sido robadas incluso antes del 7 de diciembre. Nuevamente, ello podría haber sido por encargo de coleccionistas chinos. En todo caso, las cajas no fueron restituidas ni a fines de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, ni en 1949, después del avenimiento de la República Popular China, y no se ha descubierto ningún hecho nuevo desde entonces. Así, sólo subsisten hoy día los moldes tomados a los restos de la colina de los huesos del dragón. La pérdida de los fósiles encontrados en las excavaciones de 1937 habría sido, sin duda alguna, irremediable para los paleontólogos si no se hubiesen encontrado, por suerte, otros fósiles del mismo tipo en 1971, en la provincia de Guizhou, y en 1976 en la de Hebei.

US$150.000 dolares por las osamentas perdidas

La historia del hombre de Pekín reapareció en 1972, cuando al multimillonario norteamericano Cristóbal Janus, durante un viaje a China, se le pidió, para gran sorpresa suya, ayudar a los chinos para recuperar las famosas osamentas.
Apoyado por Henry Kissinger, quien era entonces el consejero personal del presidente Nixon, fanus entró al juego. Ofreció una recompensa de cinco mil dólares por cualquier información seria. Entonces recibió dos pistas, una en los Estados Unidos y otra en Taiman. La restitución de los fósiles podría favorecer las relaciones entre China y los Estados Unidos, por lo que la CÍA y el FBI ingresan al juego también. Sin embargo, no se encuentran las osamentas. Cristóbal fanus está, sin embargo, convencido de que el hombre de Pekín no fue destruido como se creyó y prometió, nuevamente en 1973, 150.000 dólares a quien permita su recuperación. Recompensa que hasta ahora nadie ha podido disfrutar… 

El hombre de Pekín

Con una antigüedad de casi quinientos mil años, el hombre de Pekín pertenece a la categoría de los pitecántropos y se sitúa, en la evolución entre el hombre de Java (con 1.3 millones de años) y el hombre de Neandertal (con 120.000 años), precursor del hombre moderno que apareció hace cerca de 100.000 años.

Su caja craneana, con una capacidad de casi tres cuartos de la nuestra, era aplastada, su frente deprimida y las órbitas estaban coronadas por un grueso cojinete. Su rostro era más ancho en la base que en la parte superior y los huesos del cráneo eran dos veces más espesos que los de un hombre moderno. Su mandíbula inferior era muy prominente. Se le atribuyó una nariz chata y unos labios gruesos. Su altura era cercana al metro cincuenta y caminaba levemente encorvado.

Los casi 100.000 utensilios de piedra reconocidos e inventariados en TcheouK’eoutien muestran que el hombre de Pekín pertenecía a una cultura avanzada. Era un cazador y, sin duda, uno de los primeros homínidos que sabía utilizar el fuego, tanto para su uso doméstico como para protegerse o cazar. Pero es probable que no haya sabido encender las hogueras y se contentaba con conservar el fuego de origen natural.