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Transverberacion Teresa |
Del éxtasis a la transverberación
Durante sus oraciones, como transportada fuera de sí misma, los sentidos suspendidos, según sus propios relatos, Teresa entra en contacto directo con Dios. Al comulgar, siente que su cuerpo se eleva del suelo: varios testigos confirman el fenómeno. Inquieta, consulta a los sacerdotes, creyendo que se trata de una trampa del demonio. Algunos la desalientan, pero su confesor la apoya, incitándola solamente a responder a los favores divinos por medio de la obediencia, la humildad y la penitencia. Tranquilizada, ruega sin embargo para que sus trances de levitación no se produzcan en público. Sus visiones se multiplican: ve a Dios, Padre, Hijo y Espíritu, así como a la Virgen y a una gran cantidad de santos, de José a Pedro.Habla con ellos. Esta proximidad con el mundo .divino se transforma en una unión mística. Un día, escucha que la aparición le dice: En lo sucesivo, como una verdadera esposa te llenarás de mi gloria. Ahora soy todo tuyo y por una bienaventurada reciprocidad tú también eres mía.» Sus directores de conciencia le hacen escribir sus experiencias. Es así como describe su transverberación, éxtasis excepcional en el curso del cual un ángel le atraviesa el corazón con una flecha, escena inmortalizada por una escultura de Bernini (16441647), en la iglesia romana de Santa María della Vittoria.
La tradición da cuenta de numerosas profecías, curaciones y conversiones milagrosas. Al mismo tiempo, fiel a sus principios de mortificación y de humildad, Teresa castiga su cuerpo hasta sangrar, llevando cilicios, ortigas y cuerdas provistas de puntas de fierro directamente sobre la piel. Se impone desvelos y ayunos excesivos. Sin embargo, ahí no termina su devoción. Desplegando una inagotable actividad, funda un nuevo convento con el fin de rehabilitar la severidad de la regla original de las carmelitas,recorre Castilla y, de 1567 a su muerte en 1582, crea alrededor de quince conventos.
La gloria y las dudas
Su celo religioso, dirigido explícitamente contra la reforma protestante, su severidad hacia sus discípulos que creen ser objeto de las mismas gracias divinas que ella, su devoción a las buenas obras, la humildad y la obediencia de las cuales da muestras, explican la gran importancia que le ha otorgado la Iglesia.
Esta ha desconfiado siempre de las místicas que no puede controlar. Escéptica por precaución, busca en primer lugar descubrir los engaños o la presencia de enfermedades nerviosas, cuando algunas personas, incluso piadosas y virtuosas, afirman tener éxtasis religiosos. Sólo después de estar segura, luego de largas indagaciones, de la veracidad de los testimonios y de las manifestaciones, la Iglesia reconoce el carácter milagroso de algunos hechos: Teresa fue canonizada en 1622 y admitida entre los doctores de la Iglesia recién en 1970.
Las dudas de los racionalistas son obviamente aún mayores. Para el Gran Diccionario Universal del siglo XIX, publicado de 1863 a 1875 por Pierre Larousse, Teresa es «sólo un alma ardiente, una alucinada, dotada de la imaginación más viva y de la fe más sincera: un fisiólogo no estaría lejos de atribuir su exaltación religiosa, su amor místico, a un simple desequilibrio de sus facultades. En sus escritos, que siguen siendo modelos inigualables, bastaría con cambiar el nombre de Jesús para tener himnos de amor más ardientes que las. Estrofas de Sapho».
De hecho, es fácil hablar de histeria, insistir sobre lo que puede haber de abandono erótico en los éxtasis de la santa, lo que la escultura de Bernini destaca de manera sutil. Sin embargo, el estilo de Teresa, su sinceridad, su sensibilidad transforman a sus escritos en textos de una poesía y fuerza, excepcionales y nadie puede asegurar si su poder de expresión es el resultado de un contacto con el más allá por medio de la oración, o de las frustraciones trascendidas de una religiosa exaltada.
Santa Teresa en éxtasis…
«Vi un gran ángel cerca de mí, a mi izquierda, en forma corporal, algo que me ha sucedido sólo excepcionalmente. No era grande, sino pequeño y muy hermoso. Con el rostro lleno de entusiasmo, parecía ser de los más inspirados entre los que están rebosantes de amor. Sostenía en sus manos una larga flecha de oro cuya punta de hierro llevaba, me parecía, algo de fuego. Me pareció como si me la clavara varias veces en el corazón y la hundiera hasta mis entrañas. Al retirarla, era como si este hierro se las llevaba consigo y me dejaba completamente encendida con el inmenso amor de Dios (…). El dolor era tan agudo que gritaba y era tan excesiva la dulzura de este dolor que no podía desear que cesara. Dolor espiritual y no corporal, a pesar de que el cuerpo no deja de tener parte en él, incluso mucho.»
Otros casos de éxtasis místicos
A pesar de que la transverberación de Teresa constituye un fenómeno único en la historia de la Iglesia, la santa no es la única mujer en haber experimentado éxtasis místicos.
Las religiosas antes de Teresa
Podemos citar a Brígida de Suecia (13031373) y a Catalina de Siena, patraña de Italia (13471380). Las visiones de la primera, sus diálogos con la Virgen o con Jesús, así como sus profecías y las de Catalina tienen una extraordinaria resonancia y determinan en parte el retorno del papado de Aviñón a Roma.
En el linaje directo de Teresa
Marie Acarie (15661618) posee en París un salón devoto, donde se prepara para la oración, traduce las obras de la santa de Avila y recibe a sus discípulos directos. Al enviudar, entra a las carmelitas, exige los trabajos más penosos a pesar de sus dolencias. Su humildad es recompensada con muchos éxtasis.
También laicos…
Como la romana Ana María Taigi (17691837), casada y madre de familia. Por sus éxtasis, se entera de la fecha en que murió Napoleón I y las de tres papas, profetiza las revoluciones de 1830 en París, Bruselas y Varsovia. Otro caso es el de Ana Catalina Emmerich, campesina de Westfalia (17741824), cuya historia fascinó al poeta romántico Clemente Rrentano, por sus profecías y por el increíble lujo de detalles con que describe la Pasión de Cristo.
Sin embargo, el éxtasis no es privativo de la mujer. Además de San Francisco de Asís, podemos recordar, por ejemplo, al franciscano napolitano José de Copertino (16031663), simple de espíritu que experimentó múltiples éxtasis y levitaciones.
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