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Canales de Marte |
En el siglo XIX, los astrónomos terminaron por convencerse que en el sistema solar sólo Marte y Venus tienen posibilidades de abrigar alguna vida inteligente. Pero Venus permanece insondable bajo su atmósfera opaca. Marte, en cambio, ofrece muchas esperanzas.
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Los canali de Schiaparelli
Así, en 1877, el astrónomo italiano Schiaparelli establece un mapa, distinto a todos los precedentes, que muestra una red de líneas oscuras y estrechas uniendo puntos más anchos. Además, Marte posee unos casquetes polares que diminuyen de superficie cada “verano” marciano y, cuando este fenómeno se produce, las zonas oscuras se ensanchan como si alguna forma de vegetación se desarrollara ahí en la temporada estival. Schiaparelli designa a esas líneas con el término canali.
Lo que en italiano significa “ríos”, y los bautiza con nombres de ríos antiguos o mitológicos. Pero, pronto la prensa popular local y extranjera ya no habla de ríos, sino de “canales», dando a entender que éstos son artificiales. Para el hombre de la calle, insensible al hecho que los canali de Schiaparelli alcanzan anchuras cercanas a los 150 km, no hay duda posible Marte está habitado por seres tecnológicamente avanzados que construyeron los famosos canales” para conservar el agua que empezaba a escasear en su planeta por causa del débil campo gravitacional. Los libros sobre el tema proliferan, algunos firmados por nombres importantes, como Camille Flammarion, un ardiente partidario de la existencia de la vida extraterrestre.
Auge y decadencia de la civilización marciana
Es en 1895 cuando entra en escena el hombre que plasmará el mito marciano: Percival Lowell, un gran astrónomo norteamericano suficientemente adinerado como para construir su propio observatorio en Arizona. Durante quince años estudia Marte y toma miles de fotografías. Gracias a su trabajo, el número de “canales» pasa de cuarenta a más de quinientos.
Estos representan, según él, un sistema de regadío que atraviesa las bandas sombrías visibles desde la Tierra y que marcan zonas de cultiva Para él, Marte, más alejado del Sol y más pequeño que la Tierra, está secándose, y la civilización que lo habita lucha por sobrevivir, indiferente a las numerosas críticas de los escépticos, Lowell publica tres libros sobre el tema.
Sin embargo, incluso antes de su muerte en 1916, las observaciones realizadas con la ayuda de telescopios más potentes que el suyo muestran que los «canales” resultan de ilusiones ópticas y de errores de interpretación. A pesar de ello, la creencia de la existencia de una vida inteligente en Marte duró hasta 1964, año en que la sonda norteamericana Mariner 4, envió a la Tierra veintiún imágenes de un suelo desértico parecido al de la luna, Pero la misión permite determinar, además, que la atmósfera a nivel del suelo corresponde a la de la Tierra a 32 km de altitud. Ahí sí los marcianos podrían haber vivido.
El insólito planeta rojo
Pero Marte no ha dicho su última palabra en cuanto a lo extraño. En efecto, las misiones espaciales muestran que sólo uno de sus hemisferios estaría salpicado de cráteres, mientras que el otro estaría recubierto dé cañones y de volcanes, algunos de ellos gigantescos como el Nix Olímpica, que, con sus cerca de 30 km de altura, es actualmente el volcán más alto conocido en todo el sistema solar.
También se ha encontrado lo que podrían ser lechos de ríos de una época remota en que Marte habría tenido realmente agua y, por lo tanto, una atmósfera más densa, disipada desde entonces en el espacio. Los dos pequeños satélites de Marte: Phohos y Deimos, por su órbita inusual, su color muy oscuro y su forma irregular, sugirieron por mucho tiempo a ciertos astrónomos la posibilidad que fuesen de origen artificial. Esta hipótesis ha sido definitivamente descartada por las sondas espaciales. En realidad, fueron capturados por el campo de atracción de Marte, cuya fuerza seguirán soportando hasta el día en que se aniquilen al colisionar el planeta. Y, última curiosidad, la fotografía tomada por la sonda Viking en 1977 muestra en la superficie de Marte una suerte de enorme rostro antiguo visto de frente de una sorprendente nitidez. Sin duda, un efecto de luz sobre el paisaje, pero más de algunos vieron ahí un guiño irónico del planeta rojo a todos los que se obstinan en ver en él sólo un banal mundo muerto…
La guerra de los mundos
Inspirándose en las teorías de Lowell, H. G. Wells escribe en 1897 una obra maestra La guerra de los mundos. En ella aterradores marcianos invaden ka Tierra escapando de su planeta moribundo. Adaptada en 1928 en la radio americana por Orson Welles, La guerra de los mundos aterroriza a los Estados Unidos por espacio de una noche, antes de conocer en 1953 una versión cinematográfica de Byron Haskin. También se hizo una adaptación discográfica (en parte musical) en 1978, con Richard Burton como el narrador. Pero el siempre célebre liibro de Wells inspira también, el mismo año (1976), tres extrañas novelas seudo victorianas, dos de ellas de autores americanos (Sherlock Holmes’s War of the Worlds, de M. y W. Wellman, y The Second War of the Worlds, de G. H. Smith). En la primera se presenta una confrontación entre Holmes y los marcianos. En cuanto a la tercera, La máquina exploradora del espacio del inglés C. Triest, es un plagio de la obra de Wells. En ella Wells aparece como uno de los personajes de la lucha contra los monstruosos invasores.
Comunicarse con los extraterrestres
Incluso antes que se desarrollara el caso de los “canales” de Marte, la idea de comunicarse con eventuales habitantes del espacio formó parte de los hábitos científicos.
Signos y mensajes hacia el espacio. A principios del siglo XIX, el matemático alemán K. F. Gauss propone dibujar con la vegetación de las estepas de Asia central los elementos del teorema de Pitágoras. El astrónomo austriaco J. von Nittrow imagina escribir una fórmula matemática, con unos canales llenos de agua, en los que flotarla queroseno inflamado. El inventor francés Charles Cros prefiere, en 1869, un sistema de espejos gigantes con el fin de mandar signos en Morse a Marte. En 1900 el inventor americano N. Tesla es el primero en concebir la idea de enviar ondas de radio hacia el espacio. Pero todo esto queda en proyectos. Habiéndose demostrado la ausencia de vida en el sistema solar, habrá que esperar hasta 1972 para volver a ver un mensaje con destino a las estrellas, en la sonda Pioneer 10. En 1974, un mensaje de radio es enviado por el gran radiotelescopio de Arecibo (Puerto Rico) en dirección del enjambre de Hércules. Como aquel del Pioneer 10, tiene sobre todo un valor simbólico.
A la escucha del cosmos. Con la invención de la radio, se piensa en escuchar el espacio. Desde 1924 «escuchamos” a Marte, pero en vano. Después de la Segunda Guerra Mundial, la puesta en marcha de los radiotelescopios ofrece, por fin, equipos capaces de detectar eventuales signos extraterrestres. En 1960, el proyecto Ozma en Estados Unidos es el primero en intentar el experimento durante 150 horas, pero sin resultados. Otros proyectos con radiotelescopios tienen posteriormente lugar en otros países, pero sin llegar a nada concluyente. Muy recientemente, la NASA decidió poner en marcha un proyecto nuevo de envergadura internacional con los medios más sofisticados disponibles.
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