El incierto destino de Juana de Arco. ¿Quemaron realmente a la Doncella de Orleáns?.
El tesoro de Rennes-le-Château
Un cura de campo se transforma en millonario
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El diablo de la pila de agua bendita de la iglesia Rennes-le-Château ¿El origen de la fortuna del cura sería diabólico? |
Al tiempo de su nominación, Berenguer Saunière tiene treinta y tres años, hombre joven de físico agradable, tiene un carácter voluntarioso. Según los rumores, al querer restaurar su iglesia hizo un descubrimiento muy interesante.
En ese tiempo, el padre Saunière tiene escasos ingresos; la paga ha sido suspenda por haberse inmiscuido en política por lo que sólo cuenta para vivir con las donaciones de sus parroquianos y el producto de la caza y la pesca. Tiene, sin embargo, a ambiciones para su parroquia y quiere refaccionar su iglesia.
En 1886, obtiene un adelanto e inicia los trabajos. Al remover una losa del piso del altar descubre entonces, según dicen, una cavidad repleta de joyas visigodas y carolingias, junto a unos pergaminos amarillentos del siglo XIII, con indicaciones sobre unas inscripciones del cementerio colindante, El joven cura se dirige a París, donde hace descifrar los pergaminos. Se reúne en especial con el padre Biel, director espiritual de San Sulpicio. Pero poco se sabe de su estada en París; parece haber encontrado en los pergaminos referencias al rey merovingio Dagoberto y a Sión (Jerusalén).
Pasa, nadie sabe por qué, gran parte de su tiempo en el museo del Louvre, donde adquiere tres reproducciones de cuadros: Los pastores de Arcadia, de Nicolas Poussin: el Retrato de San Antonio, de David Teniers, y el Retrato del papa Celestino V. Por último, se sabe que se hizo amigo de la cantante lírica Emma Calvé. De regreso a Rennes-le-Château, el cura retoma los trabajos de restauración. Debajo de otra losa del piso del altar, descubre más inscripciones y bajos relieves del siglo VI. Después de este hallazgo, suspende los trabajos y recorre la campiña, volviendo cada vez con su bolso lleno de guijarros.
¿Encontraría el joven cura un tesoro, como muchos afirman? No dijo nunca nada, salvo quizás a su sirvienta María Denamaud, pero todo lleva a pensar que descubrió una abundante fuente de ingresos.De un día para otro, se pone a gastar sin medida, emprende la construcción de una residencia de estilo renacentista y de un invernadero, compra terrenos y restaura completamente la iglesia a sus costas. Pero su tren de vida llama la atención del pueblo y debe justificarse ante el obispo. No le confidencia nada y asegura que el dinero proviene de donaciones de personas acaudaladas que le encargan misas, pero cuya identidad no quiere revelar. El obispo no se engaña y lo suspende de su ministerio eclesiástico bajo la acusación de tráfico de misas. En 1917, el padre Saunière muere, llevándose su secreto a la tumba. Su fiel María hereda la propiedad, pero como era demasiado costosa su mantención, la vende a un tal Noël Corbu. Murió finalmente en 1953, Corbu excave en vano por toda la propiedad en busca del tesoro.
Sin embargo, la leyenda sigue ampliándose con el paso de los años, y numerosos buscadores de tesores invaden progresivamente el pueblo y sus alrededores con la esperanza de descubrir el origen de la riqueza del cura. Sin éxito hasta ahora, aunque se han formulado numerosas hipótesis.
¿El tesoro de Jerusalén?
Una de ellas se refiere al tesoro perdido de Jerusalén, que el cura habría encontrado. En el año 70, los romanos, conducidos por el futuro emperador Tito, toman Jerusalén, después del fracaso de la sublevación de los hebreos, y saquean el templo construido por Salomón. Las riquezas obtenidas son expuestas en Roma y robadas después por el rey visigodo Alarico en el saqueo de la ciudad en 410. Este tesoro habría contenido, entre otros, el Arca de la Alianza, la Mesa de Oro del Pan Sagrado, trompetas de plata y el menorah, el famoso candelabro de siete brazos de 34 kg de oro puro. Pero al término del siglo ya los visigodos han conquistado gran parte de Europa occidental y construido numerosas fortalezas, algunas en el área de Rennes-le-Château. El padre Saunière no podía ignorar que su iglesia había sido levantada en 1519 sobre los cimientos de un antiguo edificio visigodo, lo que se confirma con el descubrimiento de los bajos relieves bajo el altar. Para reforzar aún más esa teoría, un antiguo dicho del pueblo expresa «Entre el cerro Alaric y el monte Alaricou está el tesoro de los tres reyes»
Las riquezas del Templo de Jerusalén
“Harás un candelabro de oro puro el candelabro, su base y su pie serán repujados; sus cálices, botones y flores harán cuerpo con él. Seis brazos se desprenderán de sus lados, tres de cada lado. Lo harás con todos sus accesorios de un talento de oro puro) Éxodo 25,31
“En cuanto a su palacio, Salomón trabajó en él 13 años hasta su terminación, (…) Salomón depositó todos los objetos que había hecho en el templo de Yahvé el altar de oro y la mesa de oro sobre la que se colocan los panes de oro, los candelabros, cinco a cada lado, delante del Debir, de oro fino las lámparas, las copas, los incensarios, los cuchillos, los copones en oro fino, los pivotes de la puerta de la cámara interior, el sagrario, y del Hékal. Entonces fue concluido todo el trabajo que hizo el rey Salomón por el templo de Yahvé (…) Entonces Salomón convocó a los ancianos de Israel a Jerusalén para hacer subir desde la ciudad de David, Sión, el Arca de la Alianza de Yahvé.” 1er libro de los Reyes, 7 y 8
Hipótesis para un tesoroCerca de 200 libros se han inspirado en el descubrimiento del padre Saunière y proponen versiones muy diversas para el origen y la naturaleza del tesoro. Una de ellas atribuye el tesoro a los cátaros, muy presentes en esa región. Después de su caída en Monsegor en 1244, sus riquezas habrían sido trasladadas en secreto fuera del castillo y enterradas en Rennes-le-Château. Otros quieren ver ahí el presunto botín de guerra del rey Dagoberto, escondido en 660 en el antiguo condado de Razès, al que pertenece el pueblito.
La versión más común es la del tesoro de los Templarios, supuestamente enterrado en Rennes-le-Château hacia 1314, después de la muerte del gran maestre de la Orden. Jacques de Molay. Partiendo de relatos de Wolfram von Eschenbach, según los cuales la historia del Santo Grial tiene lugar en el sur de Francia y no en Bretaña, algunos especialistas han deducido que es este tesoro el que descubrió Saunière.
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El último vuelo de Nungesser
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Imagen Extraída desde Wikipedia, Link |
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continuemos…
Los héroes de la aviación
La ruta de los dos aviadores debe llevarles primero hacia el extremo sur de Irlanda. Enseguida, deben virar directamente hacia el oeste y realizar el gran salto hasta Terranova, antes de dirigirse oblicuamente hacia el sur, hacia Nueva York, donde todo el mundo los espera. Las horas pasan. El Pájaro Blanco no es avistado sobre Irlanda, pero, hacia el mediodía del lunes 9 de mayo, llegan a Francia las primeras noticias, que anuncian que Nungesser y Coli han sido vistos sobre Terranova. Ahora su triunfo está asegurado.
Pero estas buenas noticias proceden únicamente de una ilusión colectiva, como lo señala el ministro francés de Aeronáutica. Las búsquedas que se emprenden entonces no entregan ningún dato y, hasta hoy, nadie sabe dónde y cuándo desapareció el Pájaro Blanco. Algunos piensan que realmente sobrevoló Terranova y que se perdió inmediatamente después, entre Terranova y Nueva York, es decir, casi al final de su viaje.
Aunque esto pueda explicar en parte el origen del rumor insensato que Nungesser y Coli amarizaron en Nueva York, es difícil comprender hoy día cómo esa falsa noticia pudo durar tanto tiempo, cuando bastaban algunos minutos para saber, por cable, lo que sucedía en Norteamérica. Francia deseaba sin duda demasiado que uno de los suyos venciera el Atlántico.
Pero, cuando apenas unos días más tarde, el 21 de mayo, Carlos Lindberg se posó en Le Bourget, al cabo de un vuelo de 33 horas y 27 minutos, supo recibirle con la acogida triunfal que había previsto para Nungesser y Coli.
Nungesser y Coli antes de su despegue
Los últimos momentos antes del vuelo, según un testimonio citado por C. Dollfus y H. Bouché en su Historia de la Aeronáutica, fueron así: «Nungesser está tranquilo, pero visiblemente emocionado, habla poco y permanece tendido en una de las camas. Coli parece también tranquilo, más reservado que de costumbre y sus preparativos son precisos. Una casaca y un pantalón caqui completan con bizarría su fisonomía enérgica, cuya expresión parece más acentuada que de costumbre, un poco extraña con su legendario monóculo negro, que cubre el ojo que perdió como aviador durante la guerra… Por instinto, todos hablan bajo… Yo no puedo dejar de observar a los dos hombres, tan conscientes del peligro, tan nobles, como distanciados de la vida común y que nos dominan a todos.”
Dos tragedias misteriosas de la aviación
La muerte de Roald Amundsen. El 24 de mayo de 1928, el dirigible Italia, comandado por el general italiano Nobile, sobrevuela el Polo Norte y luego se dirige hacia Spitzberg, desde donde había partido. A las 10 horas del día 25 se pierde contacto con él. Pero el 9 de junio, un mensaje de radio anuncia que Nobile y ocho de sus hombres están vivos. Sobrecargado por el hielo, el dirigible Italia se estrelló contra un témpano y la barquilla principal se salió con el choque. Alivianado, el dirigible se aleja con siete hombres prisioneros en la barquilla secundaria, de quienes nunca más se supo. Una operación internacional de rescate se organiza entonces con aviones italianos, suecos y rusos. Se les une un gran hidroavión francés Latham, pilotado por el comandante Guilbaud y llevando a bordo al explorador noruego Amundsen, vencedor del Polo Sur en 1911. El 19 de junio, el Latham levanta vuelo desde Tromsö, Noruega, hacia Spitzberg, adonde no llegará nunca. Muchas semanas después, el descubrimiento de un flotador del ala y de dos estanques confirma lo que todos temían; Amundsen y sus compañeros murieron al querer salvar a otros náufragos del cielo. ¿Cómo se produjo el accidente? Nadie lo sabrá jamás. La desaparición de Amelia Earhardt. Primera mujer en atravesar el Atlántico en 1928 y luego primera en hacerlo sola en 1932, la norteamericana Amelia Earhardt, acompañada por el mecánico Fred Noonan, parte de California para realizar un vuelo alrededor del mundo en un bimotor Lockheed Electra, el 20 de mayo de 1937. Cruza América del Sur, África, India y, finalmente, hace escala en Lae, Nueva Guinea. El 2 de julio, el avión despega de Lae para dirigirse a la isla de Howland, a 4.000 km hacia el este, y entonces desaparece. La Marina de los Estados Unidos se moviliza para buscarla, pero todo resulta en vano. Para todos, Amelia Earhardt y Fred Noonan se han perdido en el mar. Pero en 1966, el norteamericano Fred Goerner demuestra, de manera casi segura, que ellos tenían, bajo la cobertura de una hazaña deportiva, una misión secreta de reconocimiento de las bases japonesas en la isla de Truk, en las Carolinas. Después de esta misión, los aviadores se habrían perdido y estrellado sobre el atolón de Mill, en las islas Marshall, entonces bajo el dominio japonés. Habrían sido capturados allí y luego llevados al cuartel general japonés en Saipan, donde habrían muerto. Cuatro años antes de comenzar, la guerra del Pacifico habría tenido dos víctimas norteamericanas.
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El Holandés Errante
A lo largo de la historia del mar, naves que zarparon hacia destinos lejanos han naufragado, vencidas por las fuerzas de la naturaleza. Algunas no han ido a parar en el inmenso cementerio de las profundidades y continúan surcando incansablemente los mares.
Muchos marineros afirman haber sido testigos de numerosas apariciones. La más célebre de ellos es el joven duque de York, el futuro rey jorge y de Inglaterra.
Un testigo prestigioso
El duque, entonces de dieciséis años, navega corno alférez de la Royal Navy, a bordo de la Bacchante, que da vuelta al mundo. En la noche del once de julio del año 1881, mientras la nave se encuentra a la altura de las costas australianas, una luz brilla repentinamente en la oscuridad y, a doscientos metros más o menos, surge cortándole el camino un bergantín rodeado de un halo rojizo siniestro. Los mástiles y las vergas del buque fantasma se destacan claramente en esta extraña luz fosforescente. El alférez de turno es enviado inmediatamente al castillo de proa, pero el buque ya había desaparecido misteriosamente en la noche clara y el hombre no pudo ver nada. El duque de York y doce miembros de la tripulación fueron los incrédulos espectadores de este extraño fenómeno. El futuro Jorge V estaba persuadido de haber visto al célebre holandés errante, aun cuando el tipo de barco no correspondía realmente. Esa misma noche, cuentan que el marinero que fue el primero en ver la nave espectral cayó de uno de los mástiles y se mató. Algunas semanas después, murió el almirante de la flota. Para algunos, estos hechos dramáticos estarían relacionados con la extraña visión, a la que no se ha encontrado ninguna explicación racional hasta hoy.
Errante por siempre
La leyenda del buque fantasma comandado por un holandés errante tiene su origen en el siglo XVII, pero varía según las versiones. En una de ellas, el comandante del barco, el “holandés” seria un capitán llamado Barent Fokke avecindado en Amsterdam hacia el año
1650. Es célebre entre los marineros por sus arranques de cólera y sus orgías. Su barco es el más veloz de todos; hace el viaje entre Amsterdam y Batavia en sólo tres meses, hazaña excepcional para la época y, para muchos, sólo explicable por una intervención del diablo. Así, cuando desaparece en el mar, nace la tradición que le hace recorrer para siempre el océano, como maldición por haber hecho un pacto similar al de Fausto. En otras versiones, el triste héroe de la leyenda es el capitán Van der Staten, quien padece el mismo castigo por haber zarpado un Viernes Santo.
Pero la leyenda más difundida pone en escena al capitán Van der Decken, quien navegaba a bordo de su barco desde Holanda hacia las Indias Orientales cuando una violenta tempestad estalló a la altura del cabo de Buena Esperanza. Confiado en sus dotes de navegante y a pesar de las súplicas de su tripulación, Van der Decken reta con arrogancia al Todopoderoso que trate de hacerlo zozobrar. Escapa del naufragio pero, en castigo por su blasfemia, es condenado a navegar eternamente por los mares…
La historia fue transmitida oralmente durante siglos, antes que el poeta alemán Heinrich Heme la pusiera por escrito en 1830. En esa versión, el marino errante es liberado de su maldición por el amor de una mujer que acepta morir para que él encuentre el reposo. Y su buque de velas rojas es, finalmente, tragado por las aguas… Richard Wagner se inspira en el texto de esta historia para componer, en 1843, su ópera El buque fantasma.
Algunas reapariciones del holandés errante
En 1887, la tripulación del buque norteamericano Orion que hacia ruta de San Francisco a la China, divisa un antiguo velero de tres palos alumbrado por una extraña luz blanca. La nave se acerca un instante y desaparece de repente, en el instante en que unas nubes tapan la luz de la luna. Aunque está soplando un viento muy violento, lleva todas sus velas desplegadas.
En 1939, un buque similar es visto desde tierra firme por un centenar de personas que se encontraban en una playa de África del Sur, al sureste del Cabo. La nave, que tiene siempre todas sus velas desplegadas, cruza velozmente el mar, aun sin brisa, y desaparece misteriosamente en un instante, En 1942, en Mouille Point, cerca del Cabo, se divisa una vez más la antigua silueta del extraño velero de tres palos mientras sé acerca a la bahía. De ahí en adelante, sus apariciones se espacian. La era de los barcos modernos parece haber dado un golpe fatal a un cierto romanticismo del mar.
La Bacchante y el Holandés errante
“A las cuatro de la mañana, un bergantín pasó por nuestra proa, como a trescientos metros rumbo a nosotros. Una extraña luz roja alumbraba el mástil, el puente y las velas. El hombre de la serviola lo señala desde la proa, también lo hace el teniente de guardia. Un alférez fue enviado a la vigía, pero esta vez no vio ningún rastro o signo de un navío real. Trece personas fueron testigos de la aparición. La noche estaba clara y el mar tranquilo. El Tourmaline y el Cleopatre, que navegaban por estribor delante de nosotros, preguntaron por señales, si es que habíamos visto la extraña luz roja». Bitácora de la Bacchante
Vehículos venidos del más allá
Vehículos venidos del más allá Los barcos no tienen el monopolio de los medios de transporte que se sospecha vuelven a rondar el mundo de los vivos. Gran Bretaña parece estar particularmente adelantada en la materia… Fantasmas aéreos. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, los vecinos del aeropuerto de Beggin Hill, en Kent, aseguran haber visto varias veces un caza Spitfire, que pareciera volver de una salida contra la Luftwaffe, pasar en vuelo rasante antes de realizar un tonel de la victoria y desaparecer enseguida. Malas compañías en la carretera… En 1936, testigos de un accidente fatal en Londres aseguran, frente a una corte de justicia, que el conductor se mató al chocar contra un muro por tratar de esquivar un autobús fantasma que avanzaba sin conductor. Este ya era conocido en el vecindario por bajar a toda velocidad, temprano en la mañana, por la calle Cambridge Gardens. Durante el invierno de 1940, un hombre llamado Georges Dobbs, que vivía cerca de Norhampton, dice haber chocado con un ciclista después de darse cuenta que éste no tenía cabeza. Pero no hubo ningún golpe: el ciclista decapitado habría seguido su curso, como si nada hubiera pasado, antes de desaparecer con su bicicleta. El tren de la muerte. La más extraña historia es, sin duda, aquella del tren fantasma en Estados Unidos. En 1865, el tren funerario de Abraham Lincoln paró ocho minutos en cada una de las estaciones de su recorrido para que la población pudiera rendir un último homenaje al presidente asesinado. Después de algún tiempo, un tren fantasma, drapeado de negro y transportando el ataúd del presidente, fue visto en el mismo recorrido. Al sonido de una música fúnebre tocada por una orquesta de esqueletos… Y en cada estación, los relojes se habrían detenido exactamente ocho minutos.
¿Sobrevivió el zar Alejandro I?
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Zar Alejandro I |
El drama de Alejandro I empieza una noche de marzo de 1801. Joven zarevitz, Alejandro acepta participar en un complot contra su padre, el impopular Pablo I. Los conjurados, el propio estado mayor de Pablo I, prometen al joven exiliar al soberano depuesto a un retiro apacible. Pero no cumplen lo prometido y, el 23 de marzo, se lleva a cabo una verdadera carnicería en los aposentos del zar. Cuando Alejandro I se entera, es demasiado tarde. El no deseaba la muerte de su padre, pero se siente responsable. De naturaleza muy creyente, casi místico, un sentimiento de culpa y un profundo arrepentimiento por lo sucedido lo acompañarán por el resto de su vida.
Un zar melancólico
¿Murió Alejandro en Taganrog?
El informe de la autopsia lleva las firmas de médicos que confesaron no haber estado en Taganrog ese día: se trata evidentemente de un documento falso. Por lo demás, las conclusiones de este documento están en contradicción con lo que se sabe de Alejandro: Ninguna mención de hipertrofia del bazo, síntoma evidente del paludismo; la descripción de una cicatriz en la pierna derecha, cuando es de la izquierda que Alejandro sufría; rastros de una lesión encefálica secuela de una sífilis que Alejandro jamás padeció.
Conforme la costumbre, el cadáver es expuesto varios días en público. En la iglesia de Taganrog, los visitantes quedan sorprendidos: la cara del soberano está irreconocible, casi descompuesta. El príncipe Volkonsky, encargado de los restos, escribe: “la cara está ennegrecida por el aire húmedo y los rasgos del difunto están completamente cambiados”, Finalmente, cuando, 40 años después de la muerte del zar, su sobrino nieto Alejandro III hace abrir la tumba para terminar con los rumores, sólo encuentra ¡un ataúd vacío!
El extraño starets de Krasnoretchensk
Rusia a principios del siglo XIX
La dinastía de los Romanov reina sobre el imperio ruso desde 1613. Nieto de Catalina II e hijo de Pablo I, Alejandro 1 es zar desde 1801 hasta 1825, aliado y posteriormente enemigo de Napoleón I. Rusia es entonces el miembro preponderante de la Santa Alianza, pacto establecido en 1815 con los soberanos de Austria y de Prusia reunidos por un ideal cristiano común para prestarse ayuda y asistencia mutua. Al mismo tiempo, el Imperio ruso continúa su expansión tanto en el Cáucaso como en Armenia y en los Balcanes. Sin embargo, el país está política y económicamente atrasado con respecto al resto de Europa. La única respuesta a los levantamientos campesinos son las ejecuciones masivas y las deportaciones a Siberia: la esclavitud sigue vigente en un imperio donde los nobles están muy apegados a sus privilegios.
Monarcas que renunciaron al poder
Alejandro I es un caso sin paralelo. Sería el único soberano conocido en haber simulado su muerte para dejar el poder y sumirse en el anonimato. Podemos encontrar en cambio cierto número de casos de abdicación, cuya frecuencia varía según la época, la cultura y el país. Así, en España, durante mucho tiempo fue normal que llegada cierta edad el soberano abdicara en favor de su primogénito; un retiro que fue asumido en primer rugar por Carlos V y ruego por su sucesor Felipe V, que deja el poder a su hijo Luis en 1724. Sin embargo, debe volver a subir al trono ocho meses más tarde, tras la muerte prematura del joven rey. Reina hasta el año 1746, es decir, 22 años después de su abdicación… Sus descendientes, Carlos IV y Fernando VII, también abdican.
Un rey abdicó dos veces: Pedro IV de Portugal. Hijo del rey Juan VI, Pedro escapa al Brasil cuando los franceses invaden Portugal en 1807. Cuando su padre vuelve a Portugal en 1821, rehúsa acompañarlo, y se hace proclamar emperador del Brasil bajo el nombre de Pedro I. Pero a la muerte de Juan VI, en 1826, es designado por el Consejo de regencia como rey de Portugal. Vuelve a Lisboa sólo para modificar las instituciones y abdicar en favor de su hija María II. Poco después, el trono de María II es usurpado por el regente Miguel. En 1834, Pedro abdica una segunda vez, en Brasil, en favor de su hijo, y vuelve a Portugal, donde restablece a su hija en el trono.
En Francia, ningún soberano abdica antes de Carlos X, en 1830. El hermano de Luis XVI abandona el poder después de la sublevación de Paris; Luis Felipe hace lo mismo en 1848. Durante el siglo XX, en otros países, distintos monarcas deben renunciar a su cargo bajo presiones políticas: el zar Nicolás II en 1917, el emperador Guillermo II, en 1918, y el rey Víctor Emanuel III de Italia, en 1946. El caso de Eduardo VIII, rey de Inglaterra, es el más emocionante: es por amor que abdica en 1936.