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Según otra teoría desarrollada por los especialistas de la Biblia, estas vidas sobrenaturales habrían sido inventadas para establecer genealogías sin lagunas que cubrieran con pocos nombres largos períodos prehistóricos. Esta manera de proceder se repite con el sacerdote caldeo Beroso, quien en su historia de Babilonia, escrita alrededor de 280 años antes de Cristo, afirma que los reinados de los diez reyes de las épocas fabulosas no abarcan menos de… 432.000 años.
Esta noción de barrera biológica fue dada a luz por un americano, el Pr. Leonard Hayflick: sus experiencias in vitro parecen probar que las células se comportan como si tuvieran una especie de reloj interno que determina de antemano durante cuánto tiempo vivirán y seguirán dividiéndose.
Contrariamente a una idea preconcebida, el vampiro no es un difunto sino un «nomuerto» (ese es el sentido de nosferatu), un ser inmovilizado en la frontera que separa la vida de la muerte. El vampiro ha adquirido la longevidad, a menudo contra su voluntad, al ser víctima de otro vampiro. Esta forma de semiinmortalidad tiene todo de una condena y el «verdadero» vampiro es más cercano al monstruoso Nosferatu que al seductor Drácula, las dos caras dadas por el cine al mismo héroe del escritor Bram Stoker.
Una longevidad deseada puede resultar de un pacto consumado con fuerzas oscuras. Se pretende que algunos grandes brujos de la macumba, la magia negra brasilera, hayan vivido más de dos siglos. Autores de ciencia ficción, como el americano Lovecraft, han imaginado, por otra parte, una forma de «vampirismo» psíquico que permitiría a seres humanos envejecidos rejuvenecerse atiborrándose con la energía vital de personas jóvenes.
Esta es la de los grandes ocultistas, de los alquimistas. En efecto, la alquimia se presenta como una tentativa de reconquista a través del conocimiento de los antiguos secretos de los privilegios perdidos a causa del pecado original. Entre estos privilegios figura en primer lugar el de la inmortalidad. Durante siglos los alquimistas trataron entonces de reencontrar el secreto del elíxir de una larga vida, «el oro potable», que supuestamente les permitiría atravesar los siglos realizando su fin último: la transmutación del cuerpo y el retorno a la inmortalidad adámica. La tradición pretende que algunos alquimistas famosos como Nicolás Flamel, el conde de SaintGermain, Artepio, el alquimista árabe de la Edad Media o Fulcanelli lograron esta transmutación.